Pon ejercicio en tu plato

El ejercicio físico y una alimentación equilibrada son claves para adquirir hábitos saludables que permitan reducir el desarrollo de enfermedades.

Una alimentación sana es sinónimo de una calidad de vida óptima. Para alcanzar este objetivo es necesario ingerir aquellos alimentos que nos aporten los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del organismo y,  además, aquellos que nos ayuden a sentirnos bien. Si añadimos una buena hidratación y la práctica regular de actividad física conseguiremos fortalecer nuestro cuerpo y evitar enfermedades. Para ello, destacamos las siguientes recomendaciones:

Alimentación

Es muy importante empezar el día bebiendo agua, leche o zumos naturales no azucarados. 

Frutas, verduras, leche, caldos, sopas y otras bebidas sin cafeína ayudan a la ingesta de agua y a nuestro óptimo estado de hidratación. 

Las verduras y frutas nos aportan fibra, vitaminas y minerales para regular todos los procesos de nuestro cuerpo. 

Priorice el consumo de pescado, teniendo en cuenta que 2 – 3 veces a la semana debemos consumir pescado azul. 

Cocine preferentemente con aceite de oliva y disminuya la sal de mesa (especialmente los días que no se practique actividad física). La sal ayuda a retener líquidos. 

Es importante realizar al menos 5 comidas al día (según la actividad física) para repartir la ingesta de alimentos de forma regular y espaciada a lo largo de todo el día. 

Actividad física

Aproveche cualquier oportunidad que pueda para hacer actividad física ligera, como caminar, subir escaleras, etc. 

Propóngase caminar todos los días (30-60 minutos), hacer los recados andando, o coger la bicicleta a diario. 

Para que la actividad física sea más eficaz es necesario que involucre diferentes músculos del cuerpo en el ejercicio para conseguir un mejor beneficio cardiovascular del organismo. 

Las actividades aeróbicas de larga duración y con una intensidad suave-moderada (30-60 minutos) producen sensaciones placenteras que ayudan a consolidar el hábito de la actividad física. 

Si practica actividad física regular puede mejorar su capacidad cardiopulmonar y circulatoria, mantener un peso saludable, disminuir la grasa abdominal, mejorar su perfil lipídico y regular mejor su función intestinal. 

La actividad física regular se asocia a una menor mortalidad por enfermedades crónicas del tipo cardiovascular, cerebrovascular, enfermedades pulmonares, cáncer, síndrome metabólico,… mejora el control de la diabetes y la hipertensión arterial. ¿Acaso no es rentable la actividad física? 

Hidratación 

El agua es su principal aliado para evitar la deshidratación y el aumento de la temperatura corporal. Realice pausas cada 15-20 minutos durante la actividad para beber pequeños tragos de agua. 

No espere a tener sensación de sed. Empiece a beber agua 1 – 2 horas antes de practicar cualquier actividad física. 

En ambientes calurosos (más de 25º) es importante tomar una bebida con sales minerales, ya que nuestro cuerpo pierde más cantidad de éstos, principalmente de sodio, potasio y cloro. 

Para evitar la deshidratación, un buen método consiste en tomar fruta pelada (1 manzana de 300 g equivale a 1 vaso de agua). 

No sólo es importante beber, también es muy importante cómo se realizan las tomas de agua: no deberíamos beber más de 125-200 ml en cada toma y hacer tomas frecuentes. Ocho vasos de agua (preferible bebida isotónica) al día sumado a la ingesta de líquidos que necesitamos para compensar las pérdidas de la práctica física. 

Recuerde que los ancianos y niños son más susceptibles a la deshidratación, por lo que recomendamos tener especial atención con este colectivo, sobre todo cuando están expuestos al sol y al calor. 

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